Dinero… Sucio dinero

Soy un adicto, lo reconozco. Soy un adicto a los comentarios de los lectores en las noticias de los periódicos. Me gusta leer las reacciones del público, y lo hago con los ojos del sociólogo que la universidad dice que soy, aunque jamás haya ejercido como tal.

Pero además de adicto soy masoquista. Leo y me llevo las manos a la cabeza al descubrir que en un porcentaje altísimo los comentarios se refieren al titular de la noticia, en muchos casos engañoso, mientras que el resto de la misma, donde se pueden encontrar el porqué de las cosas, lo obvian, no sé si porque no la han leído, o si se trata simplemente de que el adoctrinamiento ha calado mucho más hondo de lo que fuera deseable.

Y sin embargo sigo leyendo…

Digo que los titulares son engañosos, aunque pudiera emplear otro calificativo, son manipulación pura y dura.

Es lo que tiene el vivir en un mundo donde el amarillismo o sensacionalismo periodístico parece la norma a seguir hasta el punto que medios de comunicación otrora serios se han transformado en pasquines al servicio de una u otra causa. Todo sea por una buena subvención.

Dinero… sucio dinero.

¡Cuánto daría por encontrar un periódico serio, en condiciones, sin agenda política! Porque ese es el meollo de la cuestión.

La política que ha embarrado todos los aspectos de nuestra sociedad hasta el punto en que los mismísimos fenómenos atmosféricos y por supuesto sus consecuencias, tienen responsables políticos, especialmente para los periódicos y otros medios de comunicación cuya línea editorial coincida con la ideología de la oposición, sea ésta la que sea.

Lo dije en cierta ocasión, y lo reitero: El consumo de prensa en España tiene algo perverso. En España no se lee un periódico, no se escucha una radio, no se visiona una televisión para adquirir información y por tanto conocimiento.

El lector español lee periódicos o escucha otros medios audiovisuales para reafirmarse en sus propias convicciones y será incapaz de aceptar que lo que está leyendo es pura bazofia manipuladora lejana a la información imparcial. Y eso lo saben los responsables de esos medios que siguen brindando carnaza para su fiel parroquia, aunque sea mintiendo como bellacos, porque mas lectores, oyentes, televidentes significan mayores ingresos en cuestión de publicidad

Dinero… sucio dinero.

De vuelta a los comentarios de los lectores, resulta notorio la cantidad de sabelotodo al más puro estilo cuñadísimo que hay en nuestro país.

El mismo que sabe de derecho en una noticia entiende de psicopatías en la siguiente y de ingeniería nuclear en la última. No se cortan un pelo y con tal de dejar su impronta hablan aunque no tengan ni puta idea del tema que están comentando, especialmente si no han pasado del primer párrafo de la noticia, donde la carga manipuladora suele estar presente.

Luego viene la parte dedicada al insulto. Siempre hay alguien insultando a alguien porque el comentario del segundo alguien no le gusta al primer alguien. No importa si la noticia es de carácter social, sanitario, deportivo o si se trata de una simple receta de cocina. El insultador estará presto a saltar al cuello del primero que ose comentar (por lo general con buenos argumentos) en contra de sus creencias más profundas.

No lo intentara convencer con buenos argumentos. Se limitara a insultarlo y eso suele degenerar en auténticas batallas tabernarias donde el observador externo se lo pasa de cine intentando adivinar quién acabara ganando una competición que en principio no debiera de existir.

No hace tanto era de los que veía en el internet como una herramienta maravillosa elevar el nivel de conocimientos de la gente.

A día de hoy creo que entonces estaba equivocado y que el internet tal y como está ahora mismo, solo sirve para acentuar el aborregamiento del ignorante que, ahora sí, tiene presencia pública para hacer el burro (con perdón de los nobles brutos de cuatro patas) delante de su propia caterva de palmeros, que por lo general son tan ignorantes como el mismo.

Y entre tanto las publicaciones a hacer caja, que es lo suyo, aunque su digno periódico se haya transformado en una taberna de los bajos fondos

Dinero… sucio dinero